“La educación Waldorf cree en la necesidad de tener en cuenta el ser humano total y practica un enfoque evolutivo de la enseñanza. Ve la educación como algo de la vida misma y extraer sus lecciones de la naturaleza interna del niño”

Rudolf Steiner

Llegan los niños/as, se cambian el calzado e ingresan al espacio en el que comienzan a encontrarse con sus pares y con los rincones presentados:  La casita con sus cunitas, bebes y elementos de cocina. Un mueble con canastas con bellotas, coquitos, caracoles y piedras. También están las telas que se convertirán en vestidos, capas, manteles para la mesa… En el perchero esperan las capas y coronas y por otra esquina los caballos listos para ser montados…La sala tiene diferentes ambientes, y los juguetes están hechos de materiales naturales, madera, lana, algodón y también elementos de la naturaleza.

En una de las mesas ya estarán los ingredientes dispuestos para la cocina de ese día y serán los voluntarios/as para esta tarea quienes laven sus manos y busquen sus delantales cuando se dispongan a la labor. Según el día de la semana nos esperará un cereal en especial, los lunes arroz, los martes cebada, el miércoles mijo, jueves centeno y viernes avena dando lugar así al ritmo de “Los Planetas en la olla”. Los niños/as colaboran unos cortando frutas o verduras, exprimiendo naranjas, picando avellanas y otros poniendo manos en la masa.

Transcurrido el tiempo de encuentro y de preparar el alimento del día se convoca a ordenar con un suave sonido de campanitas y llega el momento de la ronda. Así, con una canción se reúnen todos, se dan las manos y empieza un tiempo de canciones, juegos y rimas según la estación del año en la que se encuentren.  De esta manera se da inicio a la actividad del día que puede ser: pintura, modelado de cera de abejas, fieltro, tejido, etc; en correspondencia con el día de la semana y la estación del año.

Luego ¡a merendar! Cada niño/a lavará sus manos e irá por sus cubiertos mientras otros ponen el mantel y la mesa. ¡Cada día tienen una merienda preparada con un alimento con cereales de la semana y otro fresco que será fruta o verdura de estación con las que elaboramos en otoño deliciosas mermeladas, en invierno exquisitas sopas y en primavera ensaladas! Para beber tomaremos agua, jugo de frutas o una rica infusión.

Una vez todos han acabado de beber y comer cada uno/a lleva su bol a la cocina, y los encargados de levantar la mesa cumplirán con su tarea. Luego entre todos miramos que el espacio se encuentre ordenado y entonces será el momento de ir a buscar el calzado. Es la hora de ir al jardín, donde vuelven a disfrutar del juego libre o de alguna actividad dependiendo de la estación del año: recolección de hojas o flores, huerta, observación de bichitos, etc.

Mientras los niños/as juegan la maestra/o  siempre está ocupada haciendo algo (lavar, tejer, coser,…), así los niños pueden aprender por imitación.

La función de la maestra/o consiste precisamente en adaptar las actividades prácticas de la vida cotidiana a fin de que sean adecuadas para ser imitadas por el niño a través del juego.

De esta manera, con las actividades cotidianas (como amasar pan, hornearlo, cocinar, poner la mesa…) y los juegos y actividades rítmicas, los niños sientan la base para el aprendizaje de la lengua, las matemáticas, las secuencias, habilidades numéricas, observación de fenómenos, apreciación de los procesos, posibilidad de establecer relaciones y sus consecuencias.

Además, todos los cambios se acompañan con una canción o un suave sonido musical.

Ya afuera! estar en un jardín es casi un derecho fundamental de los niños/as;  un jardín con escondrijos, con árboles donde encaramarse, frutas por recoger, con arena para hacer castillos o cocinitas, con ropa que se seca al sol.

Un jardín en el cual el juego se transforma constantemente, manteniendo la unión con la naturaleza.

Mientras tanto las maestras/o hacen sus trabajos: barrer hojas, regar, quitar malas hierbas, lavar la ropa, … y quien quiere colabora.

En el jardín el juego se llena de movimiento, y con ello, aprenden sobre el mundo físico y desarrollan su motricidad gruesa y fina.

Una cosa interesante es que salen al jardín casi todos los días del año. Por eso traen una ropa de lluvia, con botas de agua.

Con el llamado de la flauta empiezan a recoger palas y baldes, limpian los zapatos de polvo y arena y se preparan para entrar de nuevo al jardín para escuchar el cuento.

Cada día durante 3 ó 4 semanas la maestra cuenta el mismo cuento de hadas o de animales. La repetición tiene un sentido, puesto que fortalece su memoria, desarrolla su capacidad de comprensión y la imaginación.

Después del cuento, recogen las sillas, se saludan con una canción y así acaba su mañana, llevándose a casa un mundo de sensaciones, juegos e imágenes vivas que irán en favor de su desarrollo como ser humano. Porque en esta escuela, existe un profundo respeto y una mirada amorosa continua, que hace que cada niño/a encuentra su lugar.